¿Qué es nuestro sistema inmunológico?, ¿Cómo actúa para lograr
protegernos de esos invasores externos? ¿Cómo está constituido? ¿Por
qué un desarreglo en su funcionamiento hace que nos encontremos sin
protección ante cualquier noxa?
El sistema inmunológico es extremadamente complejo y al tiempo de hoy
todavía no lo conocemos completamente. Sabemos que cumple todas sus
actividades ejerciendo un exacto control en el organismo.
Cuando nuestro sistema inmunológico funciona normalmente constituye
una defensa eficaz contra partículas extrañas, como agentes
microbianos, patógenos sean virus, bacterias, pero su labor no termina
allí, pues también actúa como primera línea de defensa en contra de
nuestras propias células, cuando éstas, por algún motivo han sufrido una
transformación neoplásica.
¿Cómo logran esta serie de funciones?
A través de ciertas células y de algunas sustancias que se encuentran circulando.
La primera célula contra la cual debe batallar cualquier “intruso”
(ya sea bacteriano, virus ó simplemente una proteína extraña) se llama
MACROFAGO quien se caracteriza fundamentalmente por su
capacidad para desplazarse, emitir prolongaciones que pueden englobar
al “intruso” a través de un proceso que se denomina
fagocitosis. Los macrófagos se encuentran fijos en los tejidos o bien pueden circular libremente bajo la forma de
MONOCITOS.
Así la principal característica del macrófago es reconocer materiales
extraños o alterados fijándolos inespecíficamente a su membrana para
después englobarlos por la emisión de prolongaciones (Pseudópodos) e
interiorizarlo. Esta partícula extraña puede ser destruida totalmente en
ese momento, en cuyo caso, la respuesta inmunológica termina allí. De
no ser así, el macrófago se convierte en lo que se la denominado “
Célula presentadora del antígeno”, pues actúa exactamente como lo indica éste nombre: le presenta el
antígeno (partícula
extraña, después de haberla procesado en su interior) a otro grupo de
células que constituyen el grupo fundamental del ejercito defensivo: los
linfocitos. Cuando ellos comienzan a participar en la
batalla la respuesta inmunológica se hace “específica”, pues el antígeno
presentado sobre el macrófago debe encontrarse con el linfocito
programado especialmente para reconocerlo.
Los linfocitos aunque morfológicamente son muy parecidos, se dividen
en dos grandes poblaciones o grupos que se denominan respectivamente
linfocitos T y
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B. Los dos provienen de una célula madre
pluripotencial que aparece precozmente en el embrión y que puede seguir
dos caminos: o bien migra hacia el timo transformándose en un
linfocito T,
efector de las respuestas inmunológicas celulares o bien se dirige al
equivalente de la “Bursa de Fabricius” de las aves que en el humano es
la médula ósea, transformándose en el
linfocito B, que a su vez origina a las células productoras de
anticuerpos.
Los linfocitos T en el Timo aprenden a reconocer “lo propio”, es
decir, todas las estructuras que pertenecen a ese individuo, así, en el
futuro, no las destruirá: eso lo logra aprendiendo a identificar
proteínas presentes en la superficie de todas las células y que son
iguales en un individuo dado, pero diferentes a la de otro: son los
antígenos de histocompatibilidad.
Además, también en el Timo la Célula T va adquiriendo diversas
proteínas que aparecen sobre su membrana y que van a recibir el nombre
de
receptores. Dependiendo del tipo de receptor que
esté presente finalmente será la función que desarrollará dicha célula.
Así dentro de la población celular T podemos encontrar
células ayudadoras o cooperadoras, (Helper cell en inglés) cuya función es ayudar al desarrollo de la respuesta inmunológica exhibiendo un receptor denominado
CD4; luego tenemos a las
células supresoras, pues están en capacidad de suprimir una determinada respuesta y por último tenemos a las
células T citotóxicas, cuya función principal es destruir otras células. Estos últimos grupos expresan sobre su superficie un receptor denominado
CD8.
En ésta forma dentro de la población T existen varios subgrupos
diferentes cada uno de los cuales presenta receptores característicos
que le permiten unirse a partículas específicas y así poder ejercer su
acción dentro de la respuesta inmunológica.
El otro gran brazo de la respuesta inmunológica es el denominado
humoral, cuya máxima expresión está representada por la producción de anticuerpos a partir del
plasmocito, el cual a su vez se origina de una célula B activada por su antígeno específico.
Existen cinco tipos de inmunoglobulinas( anticuerpos) que se denominan:
IgM,
IgG, IgE, IgD , IgA.
Cuando una partícula antigénica entra al organismo es necesario que
se acople con el linfocito B que tiene el receptor específico para él,
con lo cual se comienza a producir primero
IgM y después
IgG, las cuales también neutralizan o rodean específicamente a ese antígeno y no a otro.
Una vez conocida las células que integran el sistema inmunológico,
veamos como se organiza éste ejercito celular para defender la
integridad del organismo:
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El macrófago al actuar como una célula presentadora del antígeno lo
expresa sobre su superficie y se lo muestra al linfocito T, el cual
tiene un receptor que lo reconoce específicamente y al mismo tiempo el
macrófago libera una sustancia que se denomina
Interleukina 1
(IL1): éstas dos señales activan al linfocito T( es necesario que el
antígeno sea presentado por un macrófago que tenga los mismos antígenos
de histocompatibilidad que el linfocito T). Este linfocito comienza a
interleukina 2
(IL2) la cual a su vez activa a otros linfocitos que pueden pertenecer a
la subpoblación ayudadora/cooperadora(T4-CD4) que cooperarán o ayudarán
con otros linfocitos para que actúen como citotóxicos y también
inducirán a los linfocitos supresores para que inhiban la respuesta,
pasando así la célula CD4 ayudadora a jugar un rol importante dentro de
la regulación de la respuesta inmunológica.
La activación de la células B que conduce a la producción de
inmunoglobulinas específicas, se logra, mediante el reconocimiento del
antígeno a través de su receptor específico y por la colaboración de las
células T ayudadora (CD4-TA) (debe existir aparentemente un contacto
directo entre la célula T ayudadora y el linfocito B), las cuales
también producen una sustancia denominada
Factor de crecimiento de la célula B.
Es importante resaltar el papel fundamental que tiene la célula T
ayudadora (CD4-T4) en la respuesta inmunológica, por lo que también se
le denomina
Célula reguladora de la función inmune.
Existen también otras sustancias, generalmente proteínas, con un
papel muy importante dentro del sistema inmunológico que son el
denominado
Sistema de complemento,
formado por varias moléculas que tienen la capacidad de activarse unas a
otras en cadena, siendo el estímulo inicial entre otros, un complejo
formado por un antígeno y un anticuerpo.
Una vez activado no solamente es capaz de destruir una célula blanca,
sino que presenta actividades quimiotácticas que le permiten atraer
otras células, aumentan la permeabilidad vascular, favorecen la
fagocitosis.
Otras sustancias producidas por el sistema inmune es el
Interferón con una actividad antiviral característica que en muchas ocasiones impide la multiplicación del agente viral.